“En cierto modo, la ciencia y el mito desempeñan un papel parecido. Ambas cosas responden a una exigencia del espíritu humano, al proporcionarle una representación del mundo y de las fuerzas que en él actúan. Para no desencadenar ansiedad y esquizofrenia, esta representación debe de estar unificada y ser coherente. Y en lo que se refiere a la unidad y la coherencia, no hay duda de que la ciencia no vale lo que el mito. La ciencia, en efecto, parece tener bastante menos ambición. No busca en modo alguno explicarlo todo a la primera. Se limita a las cuestiones definidas. Se dirige a los fenómenos circunscritos, que se esfuerza por explicar mediante una experimentación detallada. Sabe, en la actualidad, que sus respuestas no pueden ser sino parciales y provisionales.
Por el contrario, los otros sistemas de explicación –magia, mito, religión- pretender ser universales. Tienen respuestas para cualquier pregunta, en cualquier campo que sea. Sin dudar nunca, describen no sólo el estado actual del universo, sino también su origen e incluso su devenir. Cierto que mucha gente no acepta en modo alguno el género de explicación que proporcionan la magia o el mito. Pero, ¿quién podría negarles coherencia y unidad, si no tienen el menor reparo en utilizar un único e idéntico argumento a priori para responder a no importa qué pregunta o resolver cualquier dificultad?. Aunque muy distintos entre sí, todos los sistemas de explicación, la magia tanto como el mito o la ciencia, tienen el mismo punto de partida. Siempre se trata de explicar el mundo visible mediante fuerzas invisibles, de dar cuenta de lo que observamos por medio de algo que sólo imaginamos. Para algunos, el rayo traduce la cólera de Zeus; para otros, una diferencia de potencial entre tierra y nubes. Una enfermedad procede, según algunos, de algún hechizo; según otros, de una infección por un microbio o un virus. Pero, en todos los casos, el fenómeno en cuestión aparece como el efecto visible de una causa oculta perteneciente a una red invisible de fuerzas, a las que se atribuye la dirección del mundo.
Como ya hemos dicho, la ciencia parece, a primera vista, menos audaz que los mitos, tanto en sus preguntas como en sus respuestas. Por lo común se considera que la ciencia moderna comenzó verdaderamente cuando en vez de preguntar: ¿de dónde viene el universo?, ¿de qué esta hecha la materia?, ¿qué es la vida?, se preguntó: ¿cómo es la caída de una piedra?, ¿cómo fluye el agua por una cañería?, ¿cómo circula la sangre por el cuerpo?. Y el cambio fue sorprendente. Las preguntas generales no llevan más que a respuestas limitadas. Al contrario, las preguntas limitadas han demostrado llevar a respuestas cada vez más generales”.
Por el contrario, los otros sistemas de explicación –magia, mito, religión- pretender ser universales. Tienen respuestas para cualquier pregunta, en cualquier campo que sea. Sin dudar nunca, describen no sólo el estado actual del universo, sino también su origen e incluso su devenir. Cierto que mucha gente no acepta en modo alguno el género de explicación que proporcionan la magia o el mito. Pero, ¿quién podría negarles coherencia y unidad, si no tienen el menor reparo en utilizar un único e idéntico argumento a priori para responder a no importa qué pregunta o resolver cualquier dificultad?. Aunque muy distintos entre sí, todos los sistemas de explicación, la magia tanto como el mito o la ciencia, tienen el mismo punto de partida. Siempre se trata de explicar el mundo visible mediante fuerzas invisibles, de dar cuenta de lo que observamos por medio de algo que sólo imaginamos. Para algunos, el rayo traduce la cólera de Zeus; para otros, una diferencia de potencial entre tierra y nubes. Una enfermedad procede, según algunos, de algún hechizo; según otros, de una infección por un microbio o un virus. Pero, en todos los casos, el fenómeno en cuestión aparece como el efecto visible de una causa oculta perteneciente a una red invisible de fuerzas, a las que se atribuye la dirección del mundo.
Como ya hemos dicho, la ciencia parece, a primera vista, menos audaz que los mitos, tanto en sus preguntas como en sus respuestas. Por lo común se considera que la ciencia moderna comenzó verdaderamente cuando en vez de preguntar: ¿de dónde viene el universo?, ¿de qué esta hecha la materia?, ¿qué es la vida?, se preguntó: ¿cómo es la caída de una piedra?, ¿cómo fluye el agua por una cañería?, ¿cómo circula la sangre por el cuerpo?. Y el cambio fue sorprendente. Las preguntas generales no llevan más que a respuestas limitadas. Al contrario, las preguntas limitadas han demostrado llevar a respuestas cada vez más generales”.
Comentario