Hoy en día cualquiera puede imprimir un dibujo, una carta, un libro o periódico, pero no encontrarás muchas personas que hayan comenzado a imprimir su propio monumento, edificio o casa. Tal es el caso del ingeniero italiano Enrico Dini, quien motivado por la idea de imprimir objetos 3D a gran escala se ha propuesto desde hace varios años hacer ese sueño realidad.
Enrico ha pasado por diversas vicisitudes, desde financieras hasta familiares, pero en 2004 patentó un sistema de impresión a gran escala, el más grande del mundo llamado D-Shape, que le ha permitido construir estructuras complejas como las de la imagen. D-Shape es básicamente un sistema electromecánico (la impresora) que utiliza resina epoxi como material de impresión, y pretende, ni más ni menos, que revolucionar la industria de la construcción de nuestro siglo.
El documental The man who prints houses, próximo a estrenarse, llevará la vida, sacrificios y aventuras de Enrico, tal vez para inspirar a miles. Enrico se llama a sí mismo “un alquimista de piedra”, por su capacidad de moldear cosas casi como si fuesen de roca.
La llegada de las impresoras 3D significaron aumentar en una dimensión las posibilidades de reproducción de objetos. Esta vez ya no sólo es posible reproducir documentos electrónicos sobre hojas de papel, nuestra versión más aproximada del mundo 2D, sino también transportar modelos computacionales de tres dimensiones a modelos físicos.
Estoy seguro que el progreso técnico de las impresoras 3D, en términos de precisión y escala, no asombrará cada vez no solo en lo creativo, también en lo social y económico. Por poner un ejemplo, imagina la formación de comunidades creadoras de casas con licencia open source, con modelos computacionales listos para compartir, modificar, mejorar… e imprimir